
Todo comenzó con el viaje a México, con motivo del bicentenario de la Independencia del país, del retrato que Goya hizo a Jovellanos. Una diminuta escama de pintura levantó las sospechas en el personal del Museo de Bellas Artes de Asturias, que vio necesario que el cuadro pasara por los rayos X para aclarar el misterio.
No es la primera vez que la pinacoteca asturiana recurre a esta técnica, recordó ayer su jefa de conservación y restauración, Clara González-Fanjul. Lo hicieron en el Entierro de Cristo de Ribera y sirvió para determinar que, pese a las especulaciones, se trataba de un original del pintor valenciano. Otro estudio, sobre una obra de Blas de Ledesma, desveló que los 19 cuadros del museo pertenecían en realidad a diferentes autores.
Las técnicas para radiografiar un cuadro, explicó González-Fanjul, se utilizan desde 1923 pero han avanzado mucho en los últimos años. Las placas industriales han sustituido a las médicas, más pequeñas y menos nítidas. Antes se necesitaban varios disparos, y cada placa daba diferentes tonos de grises. Los técnicos del Instituto de Patrimonio Cultural Español (IPCE), responsables de esta modernización, desplazaron a cinco técnicos al museo. Además, Ángeles Anaya se encargó del proceso de digitalización. El trabajo, que sería carísimo si lo llevara a cabo una empresa privada, se realiza con empleados públicos, subrayó la jefa de conservación. Las pinceladas se distinguen porque cada color absorbe distinto nivel de radiación.
¿Qué líneas de investigación abre la radiografía? En primer lugar, la de la autoría. En el Bellas Artes no certifican que el cuadro oculto también sea de Goya, aunque sí sería lo lógico, atendiendo a las huellas dactilares que, según apuntó, se han descubierto en el negativo. Los dos personajes están delimitados por una línea blanca, algo muy típico en el pintor zaragozano, y el tipo de pincelada también apunta hacia él.
El color es otra de las incógnitas. Un estudio de pigmentación, algo así como una biopsia de un cuadro, puede desvelar, tras un tratamiento y la observación a través del microscopio, la gama cromática con la que Goya retrató a la enigmática mujer, de quien no se conoce la identidad. Incluso podría ser uno de los amores de Jovellanos, aventuró la jefa de conservación del museo. Lo que sí parece seguro es que se trataba de un personaje de la nobleza, atendiendo a la lectura de la vestimenta que hicieron, tras ser consultados por el Bellas Artes, los responsables del Museo del Traje. La retratada viste un robé a l’anglaise , mantilla y zapatos de seda, todos ellas piezas costosas. Además, una de sus manos está apoyada en un mueble, algo que en pintura también se utilizaba para reflejar la pertenencia a la nobleza.
El museo espera que el descubrimiento destape el interés por investigar el cuadro y, de paso, aumente el número de visitas. Otra de las posibles investigaciones podría incluso modificar la fecha del retrato de Jovellanos. El cuadro está datado entre 1780 y 1782, pero la certeza del Museo del Traje al analizar el retrato oculto lo pone en duda. Por la moda de la época, creen que Goya pintó a la mujer entre 1784 y 1785, lo que rejuvenecería de golpe al ilustrado gijonés.